Durante años, el australiano Martin Pistorius fue considerado un “caso perdido”. Su cuerpo no respondía, los médicos no ofrecían esperanza y su familia apenas podía sostener la rutina de cuidados. Su estado, causado por una combinación de meningitis criptocócica y tuberculosis cerebral, lo dejó inmóvil desde los 12 años. Sin embargo, lo más sorprendente no era su condición física, sino lo que ocurría en silencio: Martín podía escuchar todo.

Desde los 14 años, asegura haber recuperado la conciencia por completo, pero nadie lo notaba. Vivía encerrado en su cuerpo, incapaz de comunicarse. “Era como ser invisible”, contó años después en entrevistas internacionales. Sentía el paso de los días, reconocía las voces de los suyos y soportaba los momentos más duros, incluyendo cuando su madre, entre lágrimas, expresó que “prefería que muriera”. Esa frase, lejos de hundirlo, se convirtió en un punto de quiebre.

Una terapeuta notó pequeñas respuestas en sus ojos. Ese hallazgo cambió su destino. Con el tiempo, y gracias a una computadora adaptada, pudo comenzar a comunicarse, aprendió a escribir, se formó como desarrollador web y compartió su experiencia en el libro Ghost Boy.

Hoy tiene 49 años, está casado con Joanna, trabaja de manera remota y se ha convertido en un símbolo de resistencia, inspiración y humanización del trato hacia pacientes con parálisis severa.